miércoles, 21 de febrero de 2018

Hola Ro, Pa, Vos, ¿cómo estás?

Hola pa, entre tanto caos y zarandeo de la vida por estos días me tomo un reparo de 5 minutos porque necesito hablar con vos. Serías el primer llamado del día, sin importar la diferencia horaria que exista. Serías y sos la omnipresencia con la que dialogo y hoy es un día importante. En el amplio sentido. Sabés que hoy hace tres años decidí unir mi vida a la de la mujer que acompaña mis días. Sé lo importante que te pareció ese día. Tu mirada e intento de ayudar en todo lo que se presentase, esos nervios alegres que transmitías y redondeabas con un “¿me oíste, boludito?” antes de emprender la caminata al altar, todo me demostró que ese día te quedaste tranquilo. Supiste que tu hijo varón iba a estar bien rodeado.

Y hace dos años exacto fue ese último clásico de Avellaneda que vivimos juntos en ese rectángulo de tierra que es la eterna Doble Visera mutada en Libertadores de América. Ese día fue el último que disfruté junto a vos. Al día siguiente nos tomamos un vuelo a Barcelona con escala en Bogotá y al mes me enteraría por teléfono que te habías ido.
Y hoy pa, justo hoy, es el día que toca revalidar intenciones de regreso. Nuestro. Del Rey. El Rey David me lo transmitió claro, lo nuestro son las noches de Copas. Dejá a los boluditos de River y Boca que se saquen los ojos por ver quién gana el campeonato. Nosotros jugamos en grandes ligas. Siempre fue y será así. Y hoy volvemos a aquella final del 1984 en donde decidimos retirarnos de ganar Libertadores a destajo para darle la oportunidad a otro de experimentar qué es esto de ser el Rey de América. Y aún con 34 años de ventaja, nadie supo alcanzar la corona.

Bueno, hoy revalidamos títulos con el Gremio, pa. No sabés el equipo que tenemos. De esos que da orgullo mencionar uno por uno, que sabés que dejarán todo lo que tengan por ganar. De ahí las ganas de que llegue la hora ya. Con todos esos preparativos que solíamos encarar juntos. Con los prolegómenos del periplo rutero y, cuando eran partidos importantes como este, la espera en el ring side, en el estadio junto a otros, siempre junto a vos. Todo eso se perdió y se fue con vos. Lo supe desde el día que me dijeron que te habías muerto y que pedí que corroboren ante la sorpresa, pero ante la plena certeza de que allí se fue una experiencia única. La de ir a la cancha con mi papá. Y nacía un legado único también, el de sostener los colores con mi hijo, aún a la distancia.

Y se va haciendo. Ya besa el escudo, pa. Se pone alegre cuando me ve llegar con la camiseta del rojo puesta. Busca la suya. Se pone los cortos, las medias, y sale a potrear y correr y saltar. De mantener viva la llama se trata, ¿no pa? En eso ando y en eso anda nuestro rojito querido. Comandado por un hombre que bien tendrías que haber conocido antes de irte. Ariel Holan es todo lo que está bien, más allá del resultado. El Rojo dejó de ser un equipo oportunista, y es una idea de juego irrenunciable nuevamente, pa. Eso ya es festejable. Estar en estas instancias lo es. Pero, como bien me enseñaste, nosotros no jugamos Copas, las ganamos. Y a eso vamos pa, con la frente alta, a ver qué pasa esta noche. A hacerle frente a la que toque. A aguantar la parada. Y mi parada tiene tanto de ser padre, tanto de independiente, tanto rojo pasión, tanto fútbol, mate y acompañar en la que toque. Tanto de vos, pa. Quizás por eso necesitaba hablar con vos un rato. Apenas para compartirte que este día se juntan muchas líneas. Y vos estás en todas.

Nada va a cambiar mi amor por vos, pa. Te extraño, y también ya entendí que tu compañía es lo que recuerde en el momento que esté viviendo. Independiente, casamiento, ser padre mediante. Sos lo que logro evocar de vos. Y nosotros... ¡vamos a dar la vuelta, ya lo veo, para que lloren todas las gallinas y los bosteros!