Cuánto cinismo. Que egocéntrico que
sos. Dejá de mirarte a vos. Enunciaciones que surgen, que capto, que
por algo me resuenan, y me pregunto si uno debería asimilar lo que
nos devuelve el afuera o apenas dejar pasar porque no representa
nuestro juego mayor.
Me duele. Me quema por dentro la
pérdida. Y fomento que ese dolor salga todo lo que sea necesario,
porque sólo así pasará. Me quemo. Me desintegro en cenizas y
regenero el malestar porque no puedo habitar otro espacio. La
superioridad mayor está dada por aceptar y bienvenir el sufrimiento,
que se haga uno con uno, porque sólo de esa manera pasará. Superior
en el sentido de elevarse de las mundanas creencias de que hay que
ser alegre y ya, para instalarse en esa sensación que todo aquel que
sufrió conoce. Un fuego interior, que se quema a sí mismo, y
reproduce llamaradas de clemencia, de querer ser querido y aceptado
como es, pero luego se desvanece en intenciones, porque el fuego
siempre se apaga, y deviene el panorama desolador. Todo gris. Todo
negro. Para que de las cenizas renazca la vida. Siempre lo hace
también. Sólo que en el estado que se está no se puede ver. Luces.
Sombras. Apagón.
El día que me vaya quiero que no se
hagan mala sangre, quiero que digan, uy que bueno, se fue.