Hola pa, entre tanto caos y zarandeo de
la vida por estos días me tomo un reparo de 5 minutos porque
necesito hablar con vos. Serías el primer llamado del día, sin
importar la diferencia horaria que exista. Serías y sos la
omnipresencia con la que dialogo y hoy es un día importante. En el
amplio sentido. Sabés que hoy hace tres años decidí unir mi vida a
la de la mujer que acompaña mis días. Sé lo importante que te
pareció ese día. Tu mirada e intento de ayudar en todo lo que se
presentase, esos nervios alegres que transmitías y redondeabas con
un “¿me oíste, boludito?” antes de emprender la caminata al
altar, todo me demostró que ese día te quedaste tranquilo. Supiste
que tu hijo varón iba a estar bien rodeado.
Y hace dos años exacto fue ese último
clásico de Avellaneda que vivimos juntos en ese rectángulo de
tierra que es la eterna Doble Visera mutada en Libertadores de
América. Ese día fue el último que disfruté junto a vos. Al día
siguiente nos tomamos un vuelo a Barcelona con escala en Bogotá y al
mes me enteraría por teléfono que te habías ido.
Y hoy pa, justo hoy, es el día que
toca revalidar intenciones de regreso. Nuestro. Del Rey. El Rey David
me lo transmitió claro, lo nuestro son las noches de Copas. Dejá a
los boluditos de River y Boca que se saquen los ojos por ver quién
gana el campeonato. Nosotros jugamos en grandes ligas. Siempre fue y
será así. Y hoy volvemos a aquella final del 1984 en donde
decidimos retirarnos de ganar Libertadores a destajo para darle la
oportunidad a otro de experimentar qué es esto de ser el Rey de
América. Y aún con 34 años de ventaja, nadie supo alcanzar la
corona.
Bueno, hoy revalidamos títulos con el
Gremio, pa. No sabés el equipo que tenemos. De esos que da orgullo
mencionar uno por uno, que sabés que dejarán todo lo que tengan por
ganar. De ahí las ganas de que llegue la hora ya. Con todos esos
preparativos que solíamos encarar juntos. Con los prolegómenos del
periplo rutero y, cuando eran partidos importantes como este, la
espera en el ring side, en el estadio junto a otros, siempre junto a
vos. Todo eso se perdió y se fue con vos. Lo supe desde el día que
me dijeron que te habías muerto y que pedí que corroboren ante la
sorpresa, pero ante la plena certeza de que allí se fue una
experiencia única. La de ir a la cancha con mi papá. Y nacía un
legado único también, el de sostener los colores con mi hijo, aún
a la distancia.
Y se va haciendo. Ya besa el escudo, pa. Se pone
alegre cuando me ve llegar con la camiseta del rojo puesta. Busca la
suya. Se pone los cortos, las medias, y sale a potrear y correr y
saltar. De mantener viva la llama se trata, ¿no pa? En eso ando y en
eso anda nuestro rojito querido. Comandado por un hombre que bien
tendrías que haber conocido antes de irte. Ariel Holan es todo lo
que está bien, más allá del resultado. El Rojo dejó de ser un
equipo oportunista, y es una idea de juego irrenunciable nuevamente,
pa. Eso ya es festejable. Estar en estas instancias lo es. Pero, como
bien me enseñaste, nosotros no jugamos Copas, las ganamos. Y a eso
vamos pa, con la frente alta, a ver qué pasa esta noche. A hacerle
frente a la que toque. A aguantar la parada. Y mi parada tiene tanto
de ser padre, tanto de independiente, tanto rojo pasión, tanto
fútbol, mate y acompañar en la que toque. Tanto de vos, pa. Quizás
por eso necesitaba hablar con vos un rato. Apenas para compartirte
que este día se juntan muchas líneas. Y vos estás en todas.