lunes, 11 de septiembre de 2017

Los pueblos crecen más rápido que los gobernantes

La Diada. ¿Qué es eso? El festejo nacional del pueblo en el que habitamos.
El día del Maestro, para mi, hasta el 2001, en que las torres y sus aviones arrazaron en el recuerdo. Y desde hace dos años bautizado nuevamente el Onze de Setembre como la Diada.
Me tomo la licencia de creer entender el pedido de un día como hoy. Se clama por ser independientes, de decisión y criterio, se boga por la lucha que implicó e implica la liberación de un pueblo frecuentemente en estado de opresión, que reivindica la pluralidad de desenvolvimientos, autónomos y respetables, siempre que conserven la armonía social. El tema es que ésta viene escaseando en los alrededores del mundo, por lo que hay otro gobierno que se adjudica la potestad de decidir que esa porción de pueblo no se puede ni debe manifestar, ni con una estrella en su simbología de tela de turno, ni en las urnas mismas pidiendo pacíficamente por su independencia.

Hacer el ejercicio de contar de la forma más simple, como si fuera a un niño, una noticia trae como resultado lo irrisorio de la noticia en sí.
Es que las noticias periódicas, las que todos nos enteramos a la vez, deberían tener -o serle adjudicadas- cada vez menos el carácter de trascendentes o espectaculares, como solemos verlo pensando que se trata de otra serie más de Netflix, sino más bien la importancia de la masividad, nada despreciable si se sabe contar con estos recursos de la era de la posverdad y hacer algo a favor en la sintomatología de pesares que atraviesa el mundo circundante y que pide por una reorganización de la que nadie está dispuesto a asumir el costo, por lo que se dificultará soberanamente llevar ese cambio a cabo.

Un cambio no es cosmético. Es de fondo. Es sustancial. Es en la medida que nos permitimos el espacio para llevarlo a cabo. No es sólo una consigna, es una acción consecuente. Y Catalunya parece distinguirse como el horizonte de vanguardismo, implicación, coordinación e imaginación suficiente como para darle la llave de decisión de su propio futuro. La negación nada puede hacer contra la manifestación profesa de una ciudadanía que pretende y una gobernanza que no está para otra cosa que cumplir con el pedido de sus integrantes.


La Diada es eso y empezar a sentir y respirar este terruño de noreste peninsular con alma y vida, es la distinción de que se puede vivir en el rincón de montaña o mar que se desee siempre que se tenga el sustento para afrontarlo. No se trata de dinero, como la mayoría cree en estos tiempos, sino de energía y disponibilidad, de criterio para evaluar las condiciones de posibilidad, y luego decisión para llevar adelante lo que se cree conveniente. De ahí que las noticias generales poco importan e incluso distraen la atención, pero la unión común, incluso en función de una temática espontánea, siempre es buena, porque es donde se articulan las bases de comprensión mutua y colectiva para lo que toque enfrentar. Creo que el problema es que los pueblos están creciendo más rápido que los gobernantes... Y no hay tiempo para más experimentos de mercado, las pruebas de laboratorio están donde está la acción.

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