sábado, 7 de mayo de 2016

Aguas, seres y vuelos

13/4 5.30 hs.

Las despedidas siempre son solo. Nadie puede acompañar en la despedida, es entre uno y a quien se despide, y el proceso que se hace para dejarlo ir es interno, trabajoso, casi que el duelo puedo identificarlo con una opresión en el pecho, en el lado del corazón, que acoraza y se libera, según los días y lo que uno se permite llorar.

El llanto es tan liberador. ¿Quién se explica que al sexo masculino se les enseñe el 'los hombres no lloran' como algo meritorio aún? Quien haya visto un río correr ya entiende que el dejar fluir, ir, es la única opción. Sino se estanca. Y mierda que hay que dejar ir. Las personas que te marcan a fuego en la vida como que uno intenta dejarlas ir, pero su enseñanza, sus recuerdos, sus momentos compartidos son tan relevantes, están tan en plano de conciencia y unos los refresca tan constantemente, que no se van. Esos momentos que recreo con mi papá son todo lo que se me viene en mente por estas horas en estos amaneceres catalanes.

Son como un aroma, surgen de la nada y te trasladan a una instancia. Te atraviesa el recuerdo, te vuelve a dejar algo al pasar, que en su momento, por saberte todopoderoso en la vivencia con tu padre no retenés como relevante, pero al repasarlo ahora le ves todo lo que te dejó compartirlo con él, verlo a él, sentir que estabas haciéndolo con él, viviendo un momento irrepetible.

Me pierdo en intenciones al pensar. Escribir me ayuda a dejar plasmado algo de lo que sino termina siendo un pedo en un canasto. Siempre sobrio y fino lo mío. Pero sí, se vuela, pensamiento que no bajas a la hoja o pantalla se vuela.

Y mi papá voló. Se fue. Se desintegró. Después cada cual con su ralle místico -en el mejor de los casos- o religioso le adjudicará otra entidad o forma, pero mi viejo, mi padre, mi pelota de sentimientos fundados en el amor, condensados en esa bola de ser que merodeaba y siempre quería saber más de en qué andaba, y estaba, y venía y me llevaba y traía, y me dejó la máxima enseñanza de saber que uno es cuando está, y no hay otra, la presencia marca, lo demás es blef filosófico-ideológico.

Existe el mundo de las ideas y existe el mundo de lo que pasa. Lo que pasa es lo que ocurre en la realidad, lo que hacemos o dejamos de hacer con otra persona que nos es afín por algo, lo que construimos o dejamos de construir de los planes o proyectos que tengamos en mente. El plano mente es el del pensamiento, el bla, bla, bla; y el plano hechos es lo que uno hace por y para el otro y uno. Eso es lo que vale. y lo que los demás recordarán de nosotros cuando ya no estemos. Cuando nos vayamos. Cuando nos desintegremos del traje que trajimos puesto, la fajina cutánea que nos amortigua y hiere a la vez. Me fui al carajo.

Cuestión que hoy día me toca a mi transmitir cosas a mi hijo, y pensar las que mi padre me transmitió a mí. Reinterpretar quizás, asentar en otros casos, pero sí o sí refrescar, traer a cuento. Y este es el horario que parezco haber destinado a esto, el amanecer catalán. Donde ya se escucha el rechinar de pájaros extravagantes que se contestan el uno al otro, parece. Hoy nos sorprende en el barrio de Sant-Montjuic. Monte judío. Es una bella zona de Barcelona esta. El ala oeste es mucho más atractiva que la banda oriental de esta ciudad. Mucho verde y espacios airosos para recorrer.

En unos días estaremos en las cercanías de park Guell, otra zona, dicen, de verdes, aunque en ascenso. Cochecito de bebé y ascenso se llevan mal, son casi inconexos. Se verá, y medirá. Se las rebuscará. Porque si de algo se trata este viaje, noto, es el distinguir que en el rebuscar, en el buscar, en el ir viendo está todo. No hay otra realidad que la que nos sale plasmar en el día a día. Renovación continua del arte de vivir, y progresar, y construir, y destruir, y volver a armar. Maleable es lo que nos toca aprender a ser en esta época en la que quien acepte más la incertidumbre misma en la que se vive es quien podrá vivir y sobrevivir de la mejor manera. El que se aferre a algo está frito.

El que crea más en una idea que en sí mismo morirá por la inercia de su peso. El que vive se equivoca. El que vive, aprende. En el estado de conciencia, en el modo de asimilar la enseñanza está la proeza de pulir formas, de lograr condiciones y capacidades superiores, de ahí la superación, y hacer(nos) bien. En el fondo todos queremos eso, pasar un buen rato, sólo que al ser muchos no siempre las intenciones son comunes. Pero se sabe lidiar. y llevar. Y en el vaivén de la negociación energética está la chispa que desprende la intención.

Mi intención era, y es, despedirme de mi papá y relatar un poco, sacar afuera, lo que me produce un hijo de ya 8 meses y 3 días, y un viejo de 74 años, 2 meses y 19 días. Pero al que yo conocí menos de la mitad del tiempo. Desde el día en que nací.
Ser padre. Ser y trascender siendo padre. Dedicarle mis palabras al modo de estar en el mundo más representativo y figurativo que existe. Siendo padre. Uno no puede saber cómo es hasta serlo. Pero eso no logra decir nada. Padre es un sentimiento que te embarga que no te permite estar haciendo otra cosa que transmisor de lo que sabés a alguien. Te convertís en un ser admirado y admirador, en un constructor de personalidad sin tanta voluntad y con tanta voluntad que no te sale hacer otra cosa que ser así. Como uno sabe que un hijo es una esponja absorbente de cada cosa que hagamos o digamos, se sabe agua, se sabe hacedor de ser al transmitir algo.

Es más simple, mi papá me enseño que para ser padre hay que ser amigo, compinche, compañero de aventuras. Ayudar(se) a atravesar el desafío de hacer algo. Lo que desees. Desde lo más mínimo a lo máximo requieren de voluntad de atravesar la aventura. De recorrer y verter las fuerzas necesarias para que ocurra lo que queremos que pase. Ahí residen las ganas. Y ser padre es atravesar esas aventuras en conjunto para que un día tu hijo sienta la autonomía de hacerlo solo y luego, ojala, acompañado. Y así se suceden las generaciones y construimos algo. Quién sabe, quizás, tal vez.

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