viernes, 13 de octubre de 2017

40 días sin enredarse

Me zambullo en una que espero me depare algo interesante que contar. Partiendo de la base que me sé hecho para comunicar, me someto a la experiencia de dejar de hacerlo para el afuera por un tiempo. Varios indicios me despertaron la inquietud de qué pasaría si lo hiciera. Y me fijo un plazo, para también sacar el jugo y provecho de este forzamiento al que me entrego. No digo antinatura, porque la tecnología no vino con la naturaleza, pero sí anti estos tiempos, donde todo se comunica por las redes.

Siento que llegué a un punto de hacerlo por demás. Siento que algo cambiará en mí si dejo reposar. Siento que no cambia nada si lo hago o dejo de hacer. Para el afuera. La representación de mi adentro. También es una época particular, cargada de movimiento y activaciones, así que será un destinar el tiempo a eso, a lo que plasma realidad. Mudanza, mutación, transformación entregada a la acción que no quiero se traduzca en contar todo a todos.

Será que uno se vuelve selectivo finalmente.
Cuarentena forzada. Cuarenta días sin redes sociales. Nada relevante. Todo experimentable. El 22 de noviembre vemos qué pasó. Algo cambiará. O nada. El mundo siempre sigue de pié.

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