Tengo que ponerme a escribir. Quiero
ponerme a escribir. Es un compromiso. Uno elige si sumarse más cosas
o no, y yo ya acepté. Además para qué uno se sienta a escribir.
Sí, claro. Para ser leído. Eso que ya se perdió un poco. Como que
pasó de moda. El sentar el culo a escribir. No una notita. Un
apunte. No eso de convertir todo pensamiento en tuit. No. Algo largo
y reflexivo. Aunque más no sea un hilvanado de cosas. Mierda, dije
hilvanado y me acordé de la ropa que quedó en el lavarropas. Si no
la pongo a secar después le queda olor a poto. Y voy a tener que
lavarla de vuelta. No. Mejor voy.
Listo. Ya está. Si todo fuera como en
el papel. Un irse, ausentarse, y que en renglón siguiente quede
resuelto. Hecho. Porque si uno lo piensa pero no lo hace está apenas
hilvanando irrealidades superfluas y etéreas. Como cuando se decide
uno a articular más de dos oraciones con un fin de entendimiento
razonable, o al menos misteriosamente interesante, porque entre que
nadie lee y que si deja de ser atrapante, hoy en día uno ya se
distrae con otra cosa. Son muchos los estímulos.
El hecho es que no sé qué escribir.
Voy a preparar un mate a ver si las ideas vienen a mi. O si logro
articular un pensamiento que se hilvane con el sentido mismo de que
todos volvamos a escribir nuevamente, como en la época álgida de
los blog.
El mate está rico. Pero más el jugo
de naranjas recién exprimido. Combinado con dos hielos y jengibre es
uno de los refrescos que más satisface mi garganta ávida de
fructosa. Infructuosa es mi necesidad de tener preconcebido qué haré.
Las cosas se hacen a medida. A medida en que pensás en que no se
hacen. Es un devenir escena. Al tipear uno se deviene encima de la
tipografía. Y resulta un mar alineado y prolijamente hilvanado, como
un rompecabezas terminado, de palabras que se articulan, y arman
sentido. Ese tan necesario, para construir noción. ¿Sino en materia
de qué opinaremos el resto? De una coherencia que despierte emoción.
Salud. Ayy... los mocos. Es el aire. Ahora vengo. Ya vine. La
instantánea del diario vivir. Algo más que eso, es la captura del
instante, es la inmortalidad de ese conjunto de pensamientos que
querían decir algo. Pero que nunca terminaban diciendo nada. O no al
menos lo que parecía ser importante. Palabra tan excéntrica que
sorprende que no devenga en algo que movilice nuestros sentidos. Le
voy a decir algo importante. Advierte. Se preacontece. Encima. Y
nunca más volvió a ser como era antes. Claro. Siempre va a ser como
es hoy. ¿Y vos qué te metés? ¿Y vos a qué temés?
Yo también me sumé al compromiso, es raro volver a escribir en el blog, un desafío talvez, nada volverá a ser como antes, si algo ha cambiado, eso es nosotros. Está buena tu reflexión.
ResponderEliminarMe convidás un mate? Un gusto conocerte
Placer Isabel, de saberse acompañado ahora, hasta toma otro gustito el mate mismo, viste? Se enfrió, voy por otro. Y por tu blog. Salú
ResponderEliminarDejar constancia escrita y detallada de la imposibilidad de escribir es un bello oxímoron y un antídoto eficaz. El mate ayuda; Bukowski o Faulkner hubieran usado otra cosita, pero así les fue. Salut!
ResponderEliminarGracias Rob, ahí se lleva, que no se exprese por escrito no significa que no se usen muletas. Salú!
EliminarAsí, la captura del instante, el contacto pleno con la existencia, desde saborear ese jugo "fructoso" a darnos cuenta que queremos algo y no sabemos que, asi como querer escribir y no saber por donde...
ResponderEliminarPero que gusto ! La esencia no se pierde ni aun cruzando océanos .
Abrazo inmenso
La esencia nos persigue hasta el interior del alma, priMagah, sin fronteras, el agua es conductora. Abrazo sentido.
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