jueves, 5 de julio de 2018

Hilachas


Tengo que ponerme a escribir. Quiero ponerme a escribir. Es un compromiso. Uno elige si sumarse más cosas o no, y yo ya acepté. Además para qué uno se sienta a escribir. Sí, claro. Para ser leído. Eso que ya se perdió un poco. Como que pasó de moda. El sentar el culo a escribir. No una notita. Un apunte. No eso de convertir todo pensamiento en tuit. No. Algo largo y reflexivo. Aunque más no sea un hilvanado de cosas. Mierda, dije hilvanado y me acordé de la ropa que quedó en el lavarropas. Si no la pongo a secar después le queda olor a poto. Y voy a tener que lavarla de vuelta. No. Mejor voy.

Listo. Ya está. Si todo fuera como en el papel. Un irse, ausentarse, y que en renglón siguiente quede resuelto. Hecho. Porque si uno lo piensa pero no lo hace está apenas hilvanando irrealidades superfluas y etéreas. Como cuando se decide uno a articular más de dos oraciones con un fin de entendimiento razonable, o al menos misteriosamente interesante, porque entre que nadie lee y que si deja de ser atrapante, hoy en día uno ya se distrae con otra cosa. Son muchos los estímulos.

El hecho es que no sé qué escribir. Voy a preparar un mate a ver si las ideas vienen a mi. O si logro articular un pensamiento que se hilvane con el sentido mismo de que todos volvamos a escribir nuevamente, como en la época álgida de los blog.

El mate está rico. Pero más el jugo de naranjas recién exprimido. Combinado con dos hielos y jengibre es uno de los refrescos que más satisface mi garganta ávida de fructosa. Infructuosa es mi necesidad de tener preconcebido qué haré. Las cosas se hacen a medida. A medida en que pensás en que no se hacen. Es un devenir escena. Al tipear uno se deviene encima de la tipografía. Y resulta un mar alineado y prolijamente hilvanado, como un rompecabezas terminado, de palabras que se articulan, y arman sentido. Ese tan necesario, para construir noción. ¿Sino en materia de qué opinaremos el resto? De una coherencia que despierte emoción. Salud. Ayy... los mocos. Es el aire. Ahora vengo. Ya vine. La instantánea del diario vivir. Algo más que eso, es la captura del instante, es la inmortalidad de ese conjunto de pensamientos que querían decir algo. Pero que nunca terminaban diciendo nada. O no al menos lo que parecía ser importante. Palabra tan excéntrica que sorprende que no devenga en algo que movilice nuestros sentidos. Le voy a decir algo importante. Advierte. Se preacontece. Encima. Y nunca más volvió a ser como era antes. Claro. Siempre va a ser como es hoy. ¿Y vos qué te metés? ¿Y vos a qué temés?

6 comentarios:

  1. Yo también me sumé al compromiso, es raro volver a escribir en el blog, un desafío talvez, nada volverá a ser como antes, si algo ha cambiado, eso es nosotros. Está buena tu reflexión.
    Me convidás un mate? Un gusto conocerte

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  2. Placer Isabel, de saberse acompañado ahora, hasta toma otro gustito el mate mismo, viste? Se enfrió, voy por otro. Y por tu blog. Salú

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  3. Dejar constancia escrita y detallada de la imposibilidad de escribir es un bello oxímoron y un antídoto eficaz. El mate ayuda; Bukowski o Faulkner hubieran usado otra cosita, pero así les fue. Salut!

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    1. Gracias Rob, ahí se lleva, que no se exprese por escrito no significa que no se usen muletas. Salú!

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  4. Así, la captura del instante, el contacto pleno con la existencia, desde saborear ese jugo "fructoso" a darnos cuenta que queremos algo y no sabemos que, asi como querer escribir y no saber por donde...
    Pero que gusto ! La esencia no se pierde ni aun cruzando océanos .
    Abrazo inmenso

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    1. La esencia nos persigue hasta el interior del alma, priMagah, sin fronteras, el agua es conductora. Abrazo sentido.

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