domingo, 15 de julio de 2018

Incompleto


Incompleto. El pulmón me silba. Se achicharra, se emputece en la necesidad de dejarme patente lo que no quiero ver. La sibilancia y latancia que produce el no poder entregarse por completo a lo que satisface tu alma. Entonces es cuando me recuerdo que estoy roto. Podrido. Putrefacto. Decrepito. No. No hay palabra que describa esta sensación agobiante de vacío. Es un agujero en el pecho, es sentir que la sangre fluye más espesa. Desconocerlo sería frustrante. Prefiero reconocerlo. Dejar que salga. Soy y seré incompleto, y en ese afán por encontrar piezas faltantes, o redondear un honorable fin a lo que me propongo, intento completar algo que vino así de fábrica. No te condenes solo. No, si no voy a tener esas voces idiotas que me hablan en plan autoayuda, pero que no logran más que acrecentar la sensación. Todo lo que puta niegue me va a terminar atravesando el alma. Y yo ya estoy atrevesado por esto. Todo esto. Lo que es. Lo que soy.


Es que mirarlo de afuera siempre es más fácil que involucrarse.

Es la diferencia entre tener una idea y llevarla a cabo. Desde afuera todos pueden opinar, decir, juzgar, banalizar, idolatrar, creer lo que se le antoje, bah, si total nada constatará en la realidad si era así o no. La capacidad irreal de resolver todo sentado a la mesa y vomitando soluciones y verdades.

El que se involucra, el que se mete en el fango y berenjenal que es sortear las propias trabas para llegar a un resultado, que nunca sabremos si es el indicado, pero que nos garantiza un paso de crecimiento y evolución personal, ese es el que tiene las de ganar. Porque se puede ganar contra otro, en modo competitivo, uno versus lo que creas que limita las posibilidades del planeta, o se puede ganar evolutivamente respecto a uno, sin centrar la mirada fuera sino en lo que uno puede o no hacer para salvar su causa.

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