Poroto, garbanzo, personita salida de esta mezcla extraña,
rara, que alimentan y generan mamá y papá, y vos vas creciendo, rápida e
impiadosamente, sin limitante que se te venga a poner en el paso, y ya van 19
meses fuera de la panza de tu madre, y no puedo creer lo increíble que es la
vida, que avanza, incesante, inclaudicable, va y… ¡correlo que se va a la calle!
Fijate si lo mirás vos un rato, que yo quiero descansar. Voy
a ver si lo entretengo con otra cosa. Bueno, bueno, ya es hora de ir a casa.
Gonzalo es un ser bravo, empecinado, decidido. ¿Es o yo
defino lo que es? La eterna paradoja ante la que se ve reflejado un padre,
quién sabe quién define a quién, si el niño hace para que nosotros nos
reflejemos, o si uno transmite el modo. El punto es que se construye un
vínculo, un lazo que supera toda instancia. Y ahí me detengo. Ahora la mano
para cruzar.
¿No quieren ir a dar una vuelta? Vamos a la plaza y venimos.
Vos preparate algo rico. ¿Y quién se queda con Gonzalo? No te vayas lejos que
después hay que volver. A guardar, a guardar…
Siendo padre uno se ve reflejado. Nada quiere el nene que no
haya visto antes hacer. Al año y medio ya empieza el aprendizaje mirando al
otro cómo lo hace. Ayer Gonzalo se subió a una patineta por primera vez. Voy a
buscar una de su tamaño.
Diecinueve meses. Los números no dicen mucho, pero es cuando
uno se acuerda de lo que le está pasando. O se detiene a reparar. Ser padre es
un amor inigualable. Es un bicho mamífero de la familia de los Galin Jofré que
avanza con convicción hacia el horizonte que se le presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario